María Juana Soto Santana: La fuerza de una campeona
- Karla Tovar
- hace 1 hora
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Ganadora de 14 medallas paralímpicas: ocho oros, tres platas y tres bronces; pionera en el Deporte Paralímpico nacional y con una vida consagrada al esfuerzo, la disciplina y el amor por México, su trayectoria es sinónimo de pasión y resiliencia.

María Juana Soto Santana no solo puede mirar atrás con orgullo: puede alzar la voz como una leyenda viviente del Deporte Paralímpico del país. Su historia no es solo de medallas- 14 en su palmarés y de las cuales ocho son de oro- es también una historia de coraje para romper límites y crear caminos donde no los había.
María Juana nació con discapacidad motriz derivada de la poliomielitis, en una época en la que poco se hablaba de inclusión, y menos del Deporte Adaptado. En el Instituto Nacional de Protección a la Infancia, hoy DIF, encontró su primer impulso e el director Rafael Ramos Méndez y el psicólogo Jorge Beltrán Romero fueron piezas clave: con aros, balones, esfuerzo y mucha imaginación, comenzaron a inventar un futuro: el del Deporte Adaptado en México.
Apenas una niña, María Juana ya sabía lo que era la disciplina, el esfuerzo y la pasión. “Quiero ser la número uno”, se dijo a sí misma, y no descansó hasta lograrlo. Lo hizo a pulso, a corazón y con una silla de ruedas que ella misma ayudó a adaptar, porque el apoyo institucional era mínimo. Pero su hambre de victoria lo superaba todo.
“Desde el ’72 que nosotros iniciamos hasta en el ’78 que fue nuestra primera competencia a nivel internacional. Tuve oportunidad de hacer otro tipo de deportes cuando se hicieron los primeros Juegos Nacionales, aquí en la Ciudad de México, entonces yo participé en: natación, arquería, atletismo y básquetbol”, recordó la multimedallista para el Comité Paralímpico Mexicano (COPAME).
Su debut internacional fue en 1978, en una competencia Río de Janeiro, Brasil y en los Juegos Paralímpicos Arnhem 1980 rompió el Récord Mundial en los 60 metros. Para Seúl 1988 venció por fotofinish en una de las carreras más icónicas de la historia mundial en los 100m clase 5-6; aquel día la premiación tardó horas, pero el orgullo de llevar la Bandera Mexicana en el pecho valió la espera. Ganó dos oros y dos platas, con una silla de ruedas que pesaba 12 kilos, contra rivales que ya usaban sillas de fibra de carbón y diseños con tecnología de punta.
En total, María Juana conquistó 14 medallas paralímpicas: ocho de oro, tres de plata y tres de bronce. Y aún más importante: conquistó el respeto del mundo y abrió una brecha para las nuevas generaciones de para atletas mexicanos.
Su espíritu competitivo; sin embargo, no se quedaba en el podio. En 2000, después de retirarse del atletismo en la cima, volvió a representar a México en el básquetbol en los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000 y una vez más hizo historia: el equipo femenil quedó en 6º lugar, para dejar la mejor actuación del país en este deporte.
“Fui Seleccionada Nacional en para atletismo y participé en Sídney 2000 como Seleccionada Nacional de básquetbol, que también fue todo un proceso bastante fuerte y competitivo para estar dentro de la selección, con diferentes compañeras. Después de todo el preselectivo se logró el pase y estuve representando a México en los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000, en donde, pues, México tuvo la única y mejor representación en básquetbol femenil”, subrayó.
Pero su lucha no se quedó en las pistas ni en las canchas. María Juana también ha sido una incansable promotora de los derechos de las personas con discapacidad. Desde el Congreso de la Unión, desde las políticas públicas, y desde organizaciones gubernamentales, ha peleado por accesibilidad, equidad de género y justicia. Fue pieza clave en la construcción del primer Programa Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad, y ha alzado la voz contra la violencia de género desde el Instituto de las Mujeres en Playa del Carmen.
María Juana nunca se detuvo. Ni cuando perdió a su padre, que fue su guía y su motivación; ni cuando la tecnología estaba por dejar atrás a los que se formaron entre la austeridad pero con esfuerzo. Supo cuándo retirarse cuando aún era ejemplo; no dejó nunca de esforzarse, solo cambió el rumbo de sus metas.
Hoy, María Juana Soto Santana es más que una medallista. Es símbolo. Es raíz. Es historia viva del deporte mexicano. Y su mensaje sigue siendo tan potente como su brillo radiante en una pista: “Vale la pena. Vale cada sacrificio, cada lágrima, cada entreno al amanecer. Porque llevar la camiseta de México no es para cualquiera. Es para los que están dispuestos a darlo todo.”
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